Las Escrituras pueden ayudarnos mucho en nuestra formación porque, aparte de aclararnos los propósitos de Dios para nuestra vida, nos proveen también el ejemplo de esos hombres y mujeres que vivieron aplicando a sus vidas las enseñanzas divinas. Uno de esos hombres, que siempre ha sido un modelo para mí, es el apóstol Bernabé porque puedo apreciar en él, en su más amplio concepto, un corazón bueno. La misma Palabra de Dios lo califica de "hombre bueno". De hecho, su verdadero nombre era José, y Bernabé es el apodo que surje por la propuesta de su vida: ser un hijo de consolación. Y a través de las Escrituras vamos apreciando todo un ministerio de relaciones personales, relaciones humanas que se van arreglando al paso de este verdadero ministerio puente: intercediendo por Pablo ante los apóstoles, cuando había mucha desconfianza por el pasado de este hombre; proyección para nuevos ministerios cuando lo vemos defendiendo a Juan Marcos delante de Pablo; creando lazos de unidad entre los judíos de Jerusalén y la iglesia de los gentiles en Antioquía; puentes de ayuda entre los que poseían bienes materiales y los necesitados de la iglesia primitiva. Incluso, hasta cuando Pablo lo acusa de ser un hipócrita al estar de parte de los judaizantes en Antioquía, a la llegada de Pedro y los otros apóstoles, se puede apreciar su respeto por la autoridad de los hombres de Dios que habían estado con Jesús y de su deseo de que se establecieran los nexos con la visión de Jerusalén.Hoy necesitamos urgentemente ver la aparición de hombres buenos en esta sociedad, tan llena de malos ejemplos a todo nivel. La iglesia del señor necesita levantar esos íconos que se paren delante de los hombres, pero no con el poder que emana de la fuerza humana, sino hombres transparentes, casi candorosos de ingenuidad a los cuales se les pueda ver ese corazón de hombre bueno, que sepan crear lazos de unidad entre todos los hombres, que quiebren las fronteras que hemos levantado los seres humanos con nuestros prejuicios y nuestros complejos.
La palabra ANAFERO en griego significa "Uno que acerca, que ofrece, que levanta" y es el término bíblico para definir a un sacerdote, a un ministro que sirve de intermediario entre Dios y los hombres. Creemos, de todo corazón, que el grupo de personas que están a cargo de la alabanza en una congregación es un ministerio y no sólo un grupito que acompaña a otros servicios, de ahí que éste sea un verdadero ministerio anafero, que acerca los hombres a Dios, pero también Dios a los hombres.
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